Saber leer, por Rene Padilla




Por Rene Padilla

Vamos a hablar de libros. Mejor dicho, de lecturas. Y comienzo con una afirmaciĆ³n que no requiere pruebas: no basta leer, hay que saber leer.

En cierto sentido, hay una sola manera de aprender a leer, y es leyendo. Igual que cuando se trata de aprender a caminar o nadar. Pero eso no quita que uno puede aprender algo de la experiencia de otros. Me limito a tres conceptos prƔcticos.

1. RECONOCE LA IMPORTANCIA DE LA LECTURA

No me refiero a la lectura de textos de estudio o libros de consulta a los cuales recurres en busca de informaciĆ³n para pasar un examen o salir de un apuro relacionado con tu profesiĆ³n. Me refiero a otro tipo de lectura: la que se hace por elecciĆ³n, no por obligaciĆ³n; Ć©sa de la cual uno podrĆ­a prescindir si no fuese que se siente impulsado a ella por el hambre de la Verdad, el Amor, le Belleza.

Pedir que hoy se reconozca el valor de este tipo de lectura al cual hago referencia no es pedir poco. Como ha seƱalado Jean DaniĆ©lou, la civilizaciĆ³n tĆ©cnica ha habituado al espĆ­ritu a mo¬dos de actuar en los cuales priman los valores de la verdad. En este ambiente resulta completamente comprensible que para muchos la lectura sea clasificada entre las cosa que no sirven para nada o al menos entre las cosas para los cuales "no hay tiempo". Juzgada desde un punto de vista utilitario, es algo que debe ceder lugar a las mil y una ocupaciones "urgentes" que demandan nuestra atenciĆ³n.

Y quĆ© decir de la manera en que el sistema vigente en la gran mayorĆ­a de las Universidades fomenta la formaciĆ³n de esos "bĆ”rbaros civilizados" (la expresiĆ³n es de Ortega y Gasset) que son la mayorĆ­a de nuestros profesionales. Si la universidad es concebida como la agencia que otorga tĆ­tulos "oficiales" en base a la memorizaciĆ³n de las notas del profesor o a la habilidad para copiar en los extremos, mal se puede esperar que de ella egrese gente para la cual la lectura le sea una necesidad vital.

Cuando su implacable lucha contra el presidente GarcĆ­a Moreno lo llevĆ³ a un destierro de seis aƱos en Ipialos (Colombia), Juan Montalvo no se quejĆ³ de nada tanto como de tener que vivir sin libros: "sin libros, seƱores, ¬sin libros! si teneis entraƱas derretĆ­os en lĆ”grimas". Los libros para Ć©l eran una necesidad vital.

Para el universitario cristiano tambiĆ©n deberĆ­an serlo, aunque tal vez por razones diferentes. A dĆ³nde, sino a ellos, puede ir si desea lograr una integraciĆ³n entre su fe y el conocimiento humano, o una perspectiva histĆ³rica, o una comprensiĆ³n de la naturaleza del hombre desde el punto de vista de la cultura contemporĆ”nea. MĆ”ximo Gorki consideraba al libro como "una realid viviente y pariente ... menos una "cosa" que todas las otras cosas creadas o a crearse por el hombre". Y el cristianismo tiene que aprender a apreciar el potencial que hay en el diĆ”logo con los libros para la formaciĆ³n de una mente tan atenta al Dios de la creaciĆ³n como el Dios de la revelaciĆ³n.

Me atrevo a decir que sin la lectura de buenos libros no existe la posibilidad de un cristianismo robusto, un cristianismo que haga frente a las fuerzas de deshumanizaciĆ³n del hombre en la sociedad moderna.

2. SELECCIONA BIEN TUS LIBROS

Se podrĆ­a decir que la buena lectura comienza antes que el acto mismo de leer, puesto que comienza con la selecciĆ³n de los mejores libros. Y cuanto mĆ”s pronto aprendamos esa lecciĆ³n, tanto mejor. Al iniciar mis andanzas por el ancho mundo de los libros, cometĆ­ el error de leer cualquier libro que cayera en mis manos. -QuiĆ©n me devolviese las horas que pasĆ© leyendo disparates! Hoy difĆ­cilmente leo un libro del cual no estĆ© seguro de antemano que vale la pena leer. Saber leer es en primer lugar saber seleccionar lo que se lee.

Es obvio que no se puede leer todo lo que se publica: aun si se contara con los medios econĆ³micos que ello requerirĆ­a, de todos modos faltarĆ­a tiempo.

Menos obvio es, sin embargo, que no todo lo que se publica vale la pena leer. Con los libros sucede lo mismo que con la gente: las apariencias engaƱan. Como alguien ha dicho, "En muchos libros ocurre como en los feretros: lo mejor que tienen son las tapas". Al menos entre editores evangĆ©licos hay quienes piensan que lo mĆ”s importante de un libro es la diagramaciĆ³n y el tĆ­tulo. Y eso explica la cantidad de "basura" traducida del inglĆ©s, hermosamente presentada, que se vende en las librerĆ­as evangĆ©licas a lo largo del continente. ¬Sobran los ejemplos!

El problema es cĆ³mo seleccionar. Me permito hacer las siguientes sugerencias al respeto.

Cuando te sientes atraĆ­do por un libro, no te dejes engaƱar por las apariencias. Nunca compres libros segĆŗn el tĆ­tulo. (¿Cuantos libros llevan tĆ­tulos que no tienen nada que ver con el contenido?) Estudia el Ć­ndice, hojea el libro y lee uno que otro pĆ”rrafo para comprobar si tu interĆ©s inicial se justifica.

Lee con cuidado las notas bibliogrĆ”ficas que aparecen en revistas, por ejemplo las de MisiĆ³n. Busca asesoramiento pastoral por parte de gente que merece tu confianza. Nota las recomendaciones de libros que los mismos escritores incluyen en los suyos. Elabora asĆ­ una lista de libros que te interesarĆ­an leer, dando prioridad a aquellos sobre los cuales hayas recibido los comentarios mĆ”s favorables. Una lista asĆ­ puede librarte de caer en la trampa de enamorarte de un libro a primera vista porque te gustaron las tapas o el tĆ­tulo.

Ya que no puedes leer todo lo que se publica, ni siquiera si te limitas al campo de tu interĆ©s, trata de leer exclusiva¬mente LO MEJOR de lo mucho que se publica. ¡Eso es ya de por sĆ­ tamaƱa tarea!

3. ESTUDIA TUS MEJORES LIBROS

Hay que reconocer que al fin de cuentas uno solo comprueba cuƔn bueno es realmente un libro cuando lo ha leƭdo de cabo a rabo. El paso previo puede evitar que desperdiciemos tiempo y dinero con los libros que no merecen el gasto, ni lo uno ni lo otro. Pero para aprovechar al mƔximo la lectura no basta leer los mejores libros: hay que estudiarlos, los que, de todos los libros que leamos, juzguemos excepcionales. Doy dos razones:

La memoria humana, aĆŗn en los mĆ”s dotados, es sumamente frĆ”gil. Por eso, fĆ”cilmente uno olvida lo que lee, a menos que suplemente la lectura inicial (generalmente rĆ”pida) con una segunda lectura mĆ”s detenida e inclusive con la redacciĆ³n de un resumen de las ideas bĆ”sicas del autor. Un biĆ³grafo de Abraham Lincoln cuenta que al leer su propio libro despuĆ©s de diez aƱos de haberlo escrito se sorprendiĆ³ lo poco que recordaba de Lincoln. Si esto sucede con el autor, cuĆ”nto mĆ”s es de esperarse que suceda con el lector. saber leer implica estudiar y de tiempo en tiempo repasar los mejores libros.

Es mejor asimilar unos pocos libros antes que leer muchos. Francis Bacon me dio este valioso consejo hace muchos aƱos: "Algunos libros son para probar, otros para tragar, y unos pocos para masticar y digerir. En otras palabras, algunos libros se deben leer solo parcialmente; otros hay que leerlos pero no con demasiada atenciĆ³n, y solo unos pocos hay que leerlos enteramente y con toda diligencia y atenciĆ³n". Y a ese consejo debo mucho.

No basta leer: hay que saber leer. Y la buena lectura es un instrumento poderoso para la formaciĆ³n de una mente cristiana. DespuĆ©s de todo: "Creer es tambiĆ©n pensar".


Fuente original: letraviva.com

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