Invito la atenciĆ³n de mis lectores al tema de la enfermedad. El tema es uno que debemos mirar a la cara con frecuencia. No podemos evitarlo. No se necesita ser profeta para ver que la enfermedad llegarĆ” a cada uno de nosotros un dĆa. "En medio de la vida estamos en la muerte". Tomemos unos momentos para considerar la enfermedad como cristianos.
Algunos podrĆan suponer que Dios creĆ³ la patologĆa y la enfermedad al principio. Pero ¿es razonable imaginar que El que formĆ³ nuestro mundo en un orden tan perfecto fue el creador de sufrimiento y dolor innecesarios? ¿Podemos pensar que El que hizo todas las cosas "muy buenas" hizo que la raza de AdĆ”n enfermara y muriera? La idea es, en mi opiniĆ³n, repugnante. Introduce una gran imperfecciĆ³n en medio de las obras perfectas de Dios. Debo encontrar otra soluciĆ³n para satisfacer mi mente.
La prevalencia universal de la enfermedad es una de las evidencias indirectas de que la Biblia es verĆdica. La Biblia lo explica. La Biblia responde las preguntas al respecto que surgirĆ”n en cada mente inquisitiva. NingĆŗn otro sistema de religiĆ³n puede hacer esto. Todos fallan aquĆ. EstĆ”n en silencio. La Biblia sola mira el tema a la cara. Resueltamente proclama el hecho de que el hombre es una criatura caĆda, y con igual audacia proclama el gran plan de Dios para satisfacer sus necesidades.
MantengĆ”monos firmes sobre esta verdad sĆ³lida, que la Biblia, y solo la Biblia, es la revelaciĆ³n de Dios de sĆ mismo al hombre. No te conmuevas por los muchos nuevos ataques que el escepticismo moderno estĆ” haciendo sobre la Palabra inspirada. No prestes atenciĆ³n a las preguntas difĆciles que a los enemigos de la fe les gusta plantear sobre las dificultades bĆblicas, y a las que quizĆ”s a menudo te sientes incapaz de responder. Ancla tu alma firmemente en este principio seguro, que todo el libro es la verdad de Dios. Diles a los enemigos de la Biblia que, a pesar de todos sus argumentos, no hay ningĆŗn libro en el mundo que pueda compararse con la Biblia, ninguno que satisfaga tan completamente los deseos del hombre, ninguno que explique tanto el estado de la humanidad. En cuanto a las cosas difĆciles de la Biblia, diles que estĆ”s contento de esperar. Encuentras suficiente verdad en el Libro para satisfacer tu conciencia y salvar tu alma. Las cosas difĆciles se aclararĆ”n un dĆa. Lo que no sabes ahora, lo sabrĆ”s mĆ”s adelante.
La prevalencia universal de la enfermedad es una de las evidencias indirectas de que la Biblia es verĆdica. La Biblia lo explica. La Biblia responde las preguntas al respecto que surgirĆ”n en cada mente inquisitiva. NingĆŗn otro sistema de religiĆ³n puede hacer esto.Todos fallan aquĆ. EstĆ”n en silencio
Los beneficios generales que la enfermedad confiere a la humanidad
La enfermedad ayuda a recordar a los hombres de la muerte. La mayorĆa vive como si nunca fuera a morir. Siguen los negocios, el placer, la polĆtica o la ciencia, como si la tierra fuera su hogar eterno. Proyectan y planean para el futuro, como el rico necio de la parĆ”bola, como si tuvieran una larga vida. Una enfermedad grave puede disipar estas ilusiones.Despierta a los hombres de sus ensueƱos y les recuerda que ademĆ”s de vivir, tendrĆ”n que morir. Ahora bien, esto es un gran bien.
La enfermedad ayuda a que los hombres piensen seriamente en Dios, en sus almas y en el mundo por venir. La mayorĆa en sus dĆas de salud no puede encontrar tiempo para tales pensamientos. Los consideran problemĆ”ticos y desagradables. Ahora, una enfermedad grave a veces tiene un poder maravilloso de plantear y realzar estos pensamientos, y presentarlos ante los ojos del alma de un hombre. Incluso un rey malvado como Hazael, cuando estaba enfermo, podĆa pensar en Eliseo (2 Reyes 8:8). Incluso los marineros paganos, cuando la muerte estaba a la vista, tenĆan miedo y "clamaban cada uno a su dios". (JonĆ”s 1:5.) Sin duda, cualquier cosa que ayude a los hombres a reflexionar es algo bueno.
La enfermedad ayuda a ablandar los corazones de los hombres y les enseƱa sabidurĆa. El corazĆ³n natural es tan duro como una piedra. No puede ver nada bueno en nada que no sea de esta vida, y ninguna felicidad excepto en este mundo. Una enfermedad larga a veces es efectiva para corregir estas ideas. Expone el vacĆo y la vanidad de lo que el mundo llama cosas "buenas", y nos enseƱa a sostenerlas con manos abiertas. El hombre de negocios descubre que el dinero no es todo lo que el corazĆ³n requiere. La mujer del mundo encuentra que la ropa de moda, las novelas y el entretenimiento son consoladores miserables en una habitaciĆ³n enferma. Sin duda, cualquier cosa que nos obligue a alterar nuestro sistema de valores de las cosas terrenales es en realidad un bien.
La enfermedad nos ayuda a humillarnos. Todos somos naturalmente orgullosos y de mente alta. Pocos, incluso de los mĆ”s pobres, estĆ”n libres de la infecciĆ³n de la soberbia. Se encuentran pocos que no desprecian a los demĆ”s y se halagan en secreto de que "no son como otros hombres". Una enfermedad es un eficaz domador de pensamientos como estos. Nos impone la poderosa verdad de que todos, cualquiera que sea nuestra estaciĆ³n, somos en fin mortales. A la vista del ataĆŗd y la tumba no es fĆ”cil estar orgulloso. Seguramente cualquier cosa que nos enseƱe esa lecciĆ³n es buena.
No digo que la enfermedad confiera estos beneficios a todos los que lo sufren. ¡Ay, no puedo decir nada de eso! Las enfermedades afligen a miles anualmente, y recuperan su salud y evidentemente no aprenden ninguna lecciĆ³n de ella, y regresan nuevamente al mundo. Miles de personas aĆŗn pasan anualmente por la enfermedad a la tumba y, sin embargo, no reciben mĆ”s impresiĆ³n espiritual que las bestias que perecen. Estas son cosas horribles que decir. Pero son verdad. El estado muerto del corazĆ³n y la conciencia del hombre es una profundidad que no puedo pretender comprender.
En resumen, creo firmemente que la enfermedad de los cuerpos de los hombres a menudo ha llevado, en la maravillosa providencia de Dios, a la salvaciĆ³n de las almas de los hombres. Dejo esta rama de mi tema aquĆ. No necesita mĆ”s comentarios. Si la enfermedad en un mundo malvado puede ayudar a que los hombres piensen en Dios y en sus almas, entonces la enfermedad confiere beneficios a la humanidad.
No tenemos derecho a murmurar ante la enfermedad y a protestar por su presencia en el mundo. MĆ”s bien deberĆamos agradecer a Dios por ello. Es el testimonio de Dios. Es el consejero del alma. Es un despertador de la conciencia. Es un purificador para el corazĆ³n.
Los deberes especiales que nos llama la enfermedad
a)Un deber primordial que la prevalencia de la enfermedad conlleva en el hombre es vivir habitualmente preparado para encontrarse con Dios. La enfermedad es un recordatorio de la muerte. La muerte es la puerta por la cual todos debemos pasar al juicio. El juicio es el momento en que por fin debemos ver a Dios cara a cara. Seguramente la primera lecciĆ³n que debe aprender el habitante de un mundo enfermo y moribundo debe ser prepararse para encontrarse con su Dios.
Creo que este punto merece nuestra atenciĆ³n. La mansedumbre, la gentileza, la paciencia, la fe, la paciencia, todos se mencionan en la palabra de Dios como frutos del EspĆritu. Son “gracias pasivas” que glorifican especialmente a Dios. Nunca brillen tanto como en la habitaciĆ³n del enfermo. Permiten a muchas personas enfermas predicar un sermĆ³n silencioso, que los que lo rodean nunca olvidan. ¿AdornarĆas la doctrina que profesas? ¿HarĆas hermoso tu cristianismo a los ojos de los demĆ”s? Entonces toma la pista que te doy este dĆa. Prepare una reserva de paciencia contra el tiempo de la enfermedad. Entonces, aunque tu enfermedad no sea para muerte, serĆ” "para la gloria de Dios". (Juan 11: 4.)
c) Otro deber importante que la prevalencia de la enfermedad conlleva para ti es la disposiciĆ³n habitual para compadecerte y ayudar a tus semejantes. La enfermedad nunca estĆ” muy lejos de nosotros. Pocas son las familias que no tienen algĆŗn pariente enfermo. Pocas son las congregaciones donde no encontrarĆ”s a alguien enfermo. Pero donde hay enfermedad, hay un llamado al deber. Un poco de asistencia oportuna en algunos casos, una visita amable en otros, una consulta amistosa, una mera expresiĆ³n de simpatĆa, puede ser de gran utilidad. Este es el tipo de cosas que suavizan las asperezas, une a los hombres y promueve los buenos sentimientos. Estas son formas por las cuales puedes conducir a los hombres a Cristo. Estas son buenas obras para las cuales todo cristiano profesante deberĆa estar listo. En un mundo lleno de enfermedades y dolencias debemos "soportar las cargas de los demĆ”s", "y ser amables los unos con los otros". (GĆ”latas 6: 2; Efesios 4:32.)
¿Deseas probar la realidad de tu caridad, esa bendita gracia de la que tantos hablan y tan pocos practican? Si es asĆ, ten cuidado con el egoĆsmo insensible y el abandono de tus hermanos enfermos. BĆŗscalos. AyĆŗdelos si necesitan ayuda. Muestra tu simpatĆa con ellos. Intenta aligerar sus cargas. Sobre todo, esforzarte por hacer el bien a sus almas. Te harĆ” bien si no les sirve a ellos. EvitarĆ” que tu corazĆ³n murmure. Puede ser una bendiciĆ³n para tu propia alma. Creo firmemente que Dios nos estĆ” probando en cada caso de enfermedad a nuestro alcance. Al permitir el sufrimiento, busca si los cristianos tienen algĆŗn sentimiento. Si puedes vivir en un mundo enfermo y moribundo y no compadecerte con los demĆ”s, todavĆa tienes mucho que aprender.
Dejo este tema aquĆ. Repito que la preparaciĆ³n habitual para encontrarse con Dios, la disposiciĆ³n habitual para sufrir con paciencia, la disposiciĆ³n habitual para simpatizar de todo corazĆ³n, son deberes simples que la enfermedad conlleva para todos. Son deberes al alcance de todos. Quiero que los hombres se den cuenta de que viven en un mundo enfermo y moribundo, y que vivan en consecuencia. Y digo sin vacilaciĆ³n, que el hombre que vive la vida de fe, santidad, paciencia y caridad no solo es el cristiano mĆ”s autentico, sino el hombre mĆ”s sabio y razonable.
Christus heilt Kranke. c1920. Gebhard Fugel
ConclusiĆ³n y aplicaciĆ³n
Y ahora concluyo todo con cuatro palabras de aplicaciĆ³n prĆ”ctica. Quiero que el tema de esta lectura se convierta en algo de uso espiritual. El deseo y la oraciĆ³n de mi corazĆ³n a Dios es hacer el bien a las almas.
Concluyo con una palabra de exhortaciĆ³n y Ć”nimo a todos los creyentes. Te exhorto a que mantengas el hĆ”bito de una comuniĆ³n cercana con Cristo y que nunca tengas miedo de "ir demasiado lejos en tu religiĆ³n”. Recuerde esto si deseas tener "gran paz" en tus tiempos de enfermedad.
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