Leamos 1 Corintios 15:1-28
Cada domingo es único, porque un hombre judío que vivió
hace dos mil años fue ejecutado como un peligroso criminal
a los treinta y tres años de edad. Fue sepultado durante tres
días y tres noches, luego volvió con sus amigos al cuarto
día, cenó con ellos, se quedó durante seis semanas y luego
desapareció, y no se lo ha visto en la tierra desde entonces.
Millones de personas creen que aún está vivo, y que
volverá al planeta Tierra. Hay una religión mundial basada
en esto, de la cual formamos parte. Un tercio de la población
del mundo dice creer los hechos que acabo de darle. Los
amigos y los enemigos del cristianismo saben que todo
depende de la resurrección de Jesús. Es el hecho crucial. Si
no ocurrió, estamos participando en el mayor fraude de la
historia, y deberíamos estar cerrando todas las iglesias. Todo
habría estado basado en una mentira total. El cristianismo
se vendría abajo por completo y, de ser así, deberíamos ser
sinceros y reconocer que hemos edificado todo sobre una
mentira, hemos dado consuelo falso y hemos engañados
a las personas. Si es así, entonces el cristianismo debería
desaparecer. Ha inducido al error a demasiadas personas.
Ahora bien, muchos estarían contentos de ver a la iglesia
desaparecer, siempre que Jesús se quedara. Me encuentro
con muchas personas que están a favor de Jesús, pero no a
favor de la iglesia. Es una actitud muy habitual en mi país.
No se dan cuenta de que Jesús dijo “He venido a edificar una
iglesia, a edificar mi iglesia”. Pero es así. Muchos aceptan su
noble enseñanza, personas como el hindú Mahatma Gandhi
o el ruso Dostoievski. Ellos creían que Jesús fue un gran
maestro moral. Los musulmanes creen que fue un gran
profeta, pero nada más. La resurrección demuestra que no
es solo un gran maestro o un profeta. Es mucho más que eso.
Sin la resurrección, no podríamos creer en Jesús, porque
dijo cosas acerca de sí que simplemente no son ciertas si
no resucitó. Si lo hizo, todo lo que dijo es verdadero, y ha
sido reivindicado ante el mundo. Jesús nos presenta con una
opción: ¡fue un lunático, un mentiroso o el Señor! Todos
en el mundo tienen que decidir cuál de estas opciones es
verdad. Dicho de otra forma, era loco, malo o Dios. Usted
tiene que decidir.
Hay algunos que niegan incluso que murió. Pero nosotros
creemos que murió, fue sepultado y volvió a la vida antes
que su cuerpo se pudriera en la tumba. Ése es el corazón de
la fe cristiana. La fe no está basada en sentimientos, sino en
hechos, y quiero decir ahora que estoy tratando con hechos.
Primero hablaré acerca de esos hechos y la evidencia en su
favor. Pero luego quiero pasar al significado de esos hechos,
porque la mayoría de los cristianos no parece darse cuenta
de la importancia del hecho de la resurrección de Jesús.
Las seis cosas acerca de las cuales quiero hablarle son
las siguientes. Primero: la secuencia de la resurrección.
Pongamos en claro la historia. Pongamos en claro los
hechos. Creo que algunos se llevarán algunas sorpresas.
Luego pasaremos a la evidencia a favor de la resurrección
de Jesús, suponiendo que usted no es una persona cristiana
y necesita ser convencida de que realmente ocurrió. Tercero,
quiero pasar a la importancia de lo que ocurrió: ¿cuál es su
significado esencial? Así que consideraremos la esencia de
la resurrección: ¿qué está en su corazón? Después quiero
hablarle acerca de la consecuencia de la resurrección, para
usted y para todo el mundo en que vivimos. Finalmente,
la experiencia de la resurrección, porque es eso lo que
finalmente lo convence cuando uno tiene un encuentro
personal con el Señor resucitado, ascendido y vivo. Éste
es mi plan.
La secuencia de la resurrección
Pasemos a los hechos. Pongamos en claro los hechos, y aquí
tendrá dos sorpresas. Primero, Jesús no murió un viernes.
Sé que la iglesia lo ha enseñado durante siglos, pero no
encaja con los hechos. Segundo, no resucitó un domingo a
la mañana. Es otro hecho que necesita conocer. Porque hay
aparentes contradicciones en la historia de los Evangelios.
Algunos dicen que estuvo en la tumba tres días y tres noches,
y no podemos encajar esto entre la tarde del viernes y la
mañana del domingo; es imposible. ¿Alguna vez le intrigó
leer eso? Espero que sí. Y luego otros Evangelios dicen que
estaba vivo al tercer día. Ahora bien, esas dos afirmaciones se
contradicen entre sí. ¿Por qué, entonces, la iglesia desarrolló
la tradición (porque es eso lo que es) de que murió la tarde
del viernes, basada en que debía ser enterrado rápidamente
después de morir? Murió a las tres de la tarde y fue sepultado
antes de las seis de la tarde, porque comenzaba el Sabbat
(el día de reposo), y debía ser sepultado antes de ese día.
El Sabbat era un día de reposo en el que no se podía
sepultar a personas, así que hicieron un funeral con mucha
prisa. Pero si solo las personas hubieran leído la Biblia con
cuidado, sabrían que ese Sabbat no fue un sábado. No era
el día de reposo semanal. El Evangelio de Juan dice que era
un “Sabbat especial”, un “Sabbat alto”, un día de reposo y
feriado especial. La fiesta judía de la Pascua (que podría
caer cualquier día de la semana) comenzaba con un Sabbat
especial. Fue en ese día, que podría haber caído cualquier
día de la semana, que Jesús murió a las tres de la tarde. Así
que no fue un viernes. Jesús mismo dijo: “Estaré tres días y
tres noches en la tumba”. No podría haber sido el viernes.
Jesús murió el miércoles a las tres de la tarde, el día antes de la Pascua.
Vendré ahora a lo que creo que encaja con la evidencia.
Jesús murió el miércoles a las tres de la tarde, el día antes de
la Pascua. Esto es muy significativo, porque se les cortaba el
cuello a miles de corderos a las tres de la tarde el día antes
del Sabbat previo a la Pascua. Jesús murió exactamente en
ese momento, y por esta razón el Nuevo Testamento dice que
nuestro Cordero Pascual ha sido sacrificado por nosotros.
Cuando digo que no resucitó el domingo a la mañana,
debe recordar que el día judío comenzaba a las 6 de la tarde
del día anterior, con la puesta del sol, de modo que los judíos
contaban un día desde la puesta del sol a la puesta del sol. Por
lo tanto, el Sabbat semanal fue el sábado, que terminó a las 6
de la tarde. Entonces comenzó el primer día de la semana. El
primer día laborable comenzó a las 6 de la tarde del sábado,
y hay una sola cosa que puede explicar los hechos, y es que
Jesús resucitó entre las 6 pm y la medianoche del sábado. Para
los judíos, ése era el primer día de la semana, y sabemos por
el relato que las mujeres fueron a la tumba mucho antes de la
luz del día la mañana siguiente, y la tumba ya estaba vacía.
Los dos hechos que quiero compartir con usted son que
Jesús murió a las tres de la tarde del miércoles, el día antes
del Sabbat de la Pascua, cuando comenzaba la Pascua de esa
semana, y que resucitó la noche del sábado, entre las 6 pm y
la medianoche. La importancia de esto es que, para el judío,
era el primer día de la semana. Lo que llamamos domingo
no comienza a la medianoche, para el judío, sino a la puesta
del sol del día anterior. Esto es por Génesis 1. Nosotros
pensamos que un día completo consiste en la mañana y la
noche, el día y la noche, la mañana y la tarde, pero la Biblia
comienza diciendo “vino la noche, y llegó la mañana” el
primer día. De aquí que los judíos consideran un día desde
la puesta del sol a la puesta del sol, de acuerdo con las
escrituras. Pero los romanos (en quienes está basado nuestro
calendario) van de medianoche a medianoche. Nosotros no
pensamos que un día ha comenzado hasta la medianoche,
y que terminará la medianoche siguiente. Éste es un hábito
occidental, que heredamos de los romanos.
Ahora llegamos al asunto crucial. En el Nuevo Testamento,
la nación judía estaba ocupada por los romanos, y tenían la
dificultad de tener dos calendarios y dos relojes. Si Jesús
murió el miércoles a la tarde y resucitó el sábado a la noche,
después de 6 pm, entonces cada cosa dicha acerca del
cronograma encaja perfectamente. Estuvo tres días y tres
noches en la tumba, de acuerdo con el calendario judío, como
dijo que estaría, pero también resucitó el tercer día, según
el calendario romano. Porque, de acuerdo con su forma de
pensar, de 6 pm a medianoche el sábado, era el tercer día.
De pronto, todo en la Biblia encaja perfectamente.
Pude confirmar este próximo punto, que será otra sorpresa
para usted: Jesús no nació en el año cero. Nuestro calendario
está equivocado. Herodes el Grande intentó matarlo cuando
nació, y mató a varios de sus primos. Varios cientos de
parientes y amigos de Jesús fueron muertos cuando él nació.
Pero Herodes el Grande murió en 4 a.C., así que me temo
que el calendario que usamos dos mil años después está
por lo menos cuatro años errado. Ahora bien, suponiendo
que Jesús nació en 4 a.C., hice un poco de investigación y
averigüé que en el año 29 d.C., cuando tenía treinta y tres
años y fue muerto, la Pascua comenzaba un jueves. Ese
primer Sabbat de la semana fue un jueves y, por lo tanto,
murió un miércoles, el día antes del comienzo de la Pascua,
cuando los corderos eran sacrificados de acuerdo con el
libro de Éxodo, a las tres de la tarde. De pronto, toda la
Biblia encaja. Le dejo la idea. No diré que su fe depende
de lo que acabo de decirle. Es muy importante que Jesús
haya resucitado el primer día de la semana. Eso es crucial.
No es tan importante qué día murió. Lo importante es que
él murió por usted; ése es el hecho al que debe aferrarse.
Solo intento decir que estoy tratando con hechos históricos,
no teorías, no mitos, no leyendas. Y cuando uno mira todo
lo que la Biblia dice acerca de la muerte y resurrección de
Jesús, aparecen contradicciones hasta que uno los encaja en
el tipo de cronograma que le estoy dando.
Jesús resucitó el primer día de la semana, que comenzaba
con la puesta del sol del sábado. Algunos piensan que
resucitó justo a tiempo para el culto de la mañana del
domingo. No fue así. Había dejado la tumba mucho antes
que saliera el sol, según la Biblia. Si resucitó en esas seis
horas del primer día de la semana, en la noche anterior, encaja
perfectamente. Encaja también con la frase “el tercer día”,
porque jueves, viernes, sábado —pensamiento romano, de
medianoche a medianoche— hace que ese período crucial
sea el tercer día para los tiempos romanos y el primer día
para los tiempos judíos.
Espero que le haya resultado interesante. Hay un
gráfico al final de este articulo, para que pueda verificar en la
Biblia cómo encaja todo. Pero eso es solo la fecha, solo el
tiempo. ¿Cuál fue la secuencia? La secuencia es que, cuando
murió y fue sepultado en la tumba en la roca, hicieron rodar
una piedra frente a la entrada. Fueron necesarias entre veinte
y treinta personas para correr esa piedra. Era una piedra
grande, y tiene que haber pesado varias toneladas. (Dicho
sea de paso, esta cifra aparece en una de las versiones del
Evangelio de Marcos. Era una piedra muy grande y pesada.)
Luego fue sellada y se les dijo a los soldados que custodiaran
esa tumba tres días y tres noches. Todo esto era porque dijo
que Dios, su Padre, no dejaría que se pudriera en la tumba.
Por lo tanto, era vital mantenerlo ahí. Por eso apostaron una
guardia de soldados y es por esto, también, que las mujeres
que querían ungir su cuerpo no fueron hasta muy temprano
en la mañana del domingo. Ellas sabían que habría soldados
allí durante tres días: el jueves, el viernes y el sábado. Habría
soldados que no las hubieran dejado acercarse a la tumba
para ungir el cuerpo como querían, porque Jesús había sido
sepultado tan rápidamente que las mujeres no habían tenido
tiempo para preparar el cuerpo. En realidad, dos hombres
judíos ungieron el cuerpo de Jesús, pero lo hicieron muy
apurados. Uno era Nicodemo (que había ido a ver a Jesús
escudado en la oscuridad), y el otro era José, que había
nacido en un lugar llamado Arimatea. Estos dos hombres se
ocuparon de la sepultura de Jesús y ungieron su cuerpo, y
lograron prepararlo para la sepultura en menos de tres horas.
Fue así como lo prepararon para la sepultura. Tenían una
larga sábana de lino con la que envolvieron el cuerpo, desde
el torso superior hasta los pies. El cuerpo estaba cubierto
completamente por la sábana. Mientras envolvían el cuerpo
introducían ungüentos y especias, para que el cuerpo no diera
olor. Una especie de embalsamamiento. Luego tomaron otra
tira de lino y envolvieron la cabeza, desde la frente hacia
arriba, como un turbante. Así que el rostro y los hombros
quedaban desnudos, a la vista de las personas que iban a ver
a la persona muerta. Esto fue lo que hicieron los dos hombres
a las apuradas. Las mujeres tal vez ni siquiera sabían que
ellos habían podido hacer esto, pero se propusieron ir lo antes
posible para ungir el cuerpo ellas mismas con las especias
que habían preparado. De modo que fueron temprano el
domingo a la mañana. ¿Por qué no fueron el viernes, entre
el Sabbat del jueves y el Sabbat semanal del sábado? Habría
podido trabajar ese día. Pero recordaron que los soldados
estarían en el lugar, así que tuvieron que esperar hasta el
domingo.
Iban camino a la tumba cuando se detuvieron y se
preguntaron quién correría la piedra. Si fueron necesarios
veinte hombres para colocarla en su lugar, media docena de
mujeres no podrían ingresar en la tumba. Cuando llegaron,
encontraron que la piedra había sido corrida y que los
soldados se habían ido (habían salido despavoridos por un
terremoto y algunas apariciones). Al llegar, encontraron la
piedra tirada sobre el piso y un ángel sentado encima.
Un abogado en Inglaterra escribió un libro: Who Moved
the Stone? (¿Quién movió la piedra?). El primer capítulo
llevaba por título “El libro que no quiso ser escrito”. Lo había
empezado a escribir para demostrar que Jesús no resucitó
y, por lo tanto, desacreditar el cristianismo. En el primer
capítulo dice que examinó la evidencia, y creyó. Tuvo que
escribir un libro diferente. Su respuesta fue: él ángel corrió
la piedra. Los ángeles son mucho más fuertes que nosotros.
Son más hermosos que nosotros, más inteligentes, más
poderosos. Son las criaturas más elevadas de Dios. Nosotros
venimos después, y los animales están un lugar más abajo.
Así que el hombre no es el número uno en la creación, como
le dirán todos los evolucionistas. No somos la cumbre de
la creación, sino los ángeles. Ellos son las criaturas más
elevadas, y solo fue necesario un ángel para quitar la piedra
y sentarse encima. ¡Me encanta esto! Cómo trató con desdén
la piedra: la corrió y se sentó encima. Eso fue lo que ocurrió.
Y las mujeres descubrieron una tumba vacía.
Una de ellas se quedó en el lugar. Amaba tanto al Señor
que quería su cuerpo. Cuando vio a un hombre que pensó
que era el jardinero en la tumba del jardín, dijo: “¿Qué
ocurrió con el cuerpo? Dígame dónde lo han puesto, porque
iré a buscarlo. Quiero tener ese cuerpo”. Estaba agachada
cuando lo dijo, y tomó al jardinero de los tobillos —así dice
el texto— y una voz dijo: ´
“Deja de aferrarte a mí. Deja de
tocarme, María”. La forma en que pronunció su nombre
fue suficiente.
“Raboni, ¿eres tú?”. Fue la primera en descubrir que
Jesús estaba vivo. Él le dijo que fuera y se lo contara a sus
hermanos: “Diles que me encontraré con ellos en Galilea.
Ve y diles…” Ella fue corriendo a contarles.
Ahora bien, los discípulos, cuando escucharon, no
creyeron. Es lo que se nos dice. No podían creer que Jesús
estuviera nuevamente vivo. Era simplemente inaudito: tres
días, tres noches en la tumba, sellada, custodiada. ¿Cómo
podría haber salido? Así que fueron corriendo a la tumba
para ver lo que había pasado. Pedro y Juan corrieron más
rápido que los demás, y llegaron primeros. El querido
Pedro, siempre tan impetuoso. Me encanta Pedro. Cada vez
que abría la boca metía la pata (puedo entenderlo). Y entró
corriendo. Juan se quedó en la boca de la tumba y se limitó
a mirar hacia adentro, y vio algo asombroso. Pedro no lo
notó, pero Juan sí. El turbante seguía armado, pero solo, y la
larga tira de lino que había envuelto el resto del cuerpo estaba
tirada en el suelo, todavía armada y sin especias derramadas
en el suelo. Dice que Juan creyó, en ese momento, que algo
sobrenatural había ocurrido. Lo que estaba viendo no tenía
nada de natural.
Dios tiene que haber estado ocupado en la tumba.
Juan se dio cuenta de que el cuerpo de Jesús se había ido
simplemente, había desaparecido, dejando la ropa mortuoria
atrás. Fue el primero en creer. Más tarde ese día, Jesús
apareció a dos de sus parientes —no parientes cercanos—,
un hombre y su esposa que posiblemente eran tíos de Jesús.
Caminó con ellos un largo trecho de vuelta a casa tarde a
la noche. Ellos le contaron lo desilusionados que estaban
con Jesús. Habían pensado que redimiría a Israel, pero no
lo había hecho. Entonces llegaron a su casa y, como Jesús
iba a seguir caminando en la oscuridad, le dijeron: “Ven
y quédate con nosotros la noche”. Entonces ocurrió algo
asombroso. Mientras cenaban, hicieron lo que hace todo
judío. Dieron al huésped el pan para que lo partiera, para que
pudiera quedarse con el pedazo más grande (como cortesía).
Cuando se lo dieron miraron por primera vez sus manos, y
de pronto sus ojos fueron abiertos. ¡Y él se fue, desapareció!
Pero ahora sabían que estaba vivo, y comenzaron a repasar
la conversación que habían tenido. Los había hecho recorrer
todo el Antiguo Testamento, y les había mostrado todo acerca
de él: que debía morir, que debía entrar en la gloria a través
del sufrimiento, y que acababa de hacer precisamente eso.
Aunque estaba oscuro y tendrían un viaje largo de
vuelta a Jerusalén, volvieron corriendo y encontraron a los
discípulos, y les dijeron: “¡Está vivo! ¡Está vivo!”. Aun así,
los discípulos no creyeron, aunque Juan sí. Los demás no
pudieron creerlo. Y mientras estaban hablando, apareció
él, dándoles el saludo judío, Shalom, que significa armonía
con Dios, armonía con la naturaleza, armonía con otras
personas y armonía con uno mismo. Una palabra hermosa.
Fue la primera palabra que les dijo Jesús. Lamentablemente,
Tomás no estaba presente. Llevó una semana persuadirlo, y
Jesús mismo lo hizo de una forma tal que Tomás dijo: “¡Mi
Señor y mi Dios!”. Fue la primera persona en llamar a Jesús
“Dios” sin restricción. Pedro lo había llamado Hijo de Dios,
Marta lo había llamado Hijo de Dios, pero fue Tomás quien
los llamó Dios, y era la verdad. Ésta es, muy brevemente, la
secuencia de sucesos que llamamos la resurrección.
La evidencia de la resurrección de Jesús
Pero tenemos que profundizar mucho más. Quiero pasar
primero a la evidencia que podemos dar a las personas a
favor de la resurrección como un suceso histórico. Tenemos
que hacerlo para persuadirlas de que realmente ocurrió.
Permítame decir primero que no tenemos ninguna evidencia
visible. No tenemos el cuerpo, y no podemos producir el
cuerpo vivo. Los escépticos tampoco pueden producir el
cuerpo muerto, así que estamos empantanados. ¿Entiende
lo que estoy diciendo? Si los cristianos pudieran producir el
cuerpo vivo y dejar que la gente lo viera, las convencería.
Si los escépticos pudieran producir el cuerpo muerto, y
encontraran los huesos de Jesús en alguna parte de Oriente
Medio, podrían tener argumentos en su favor. Pero nadie ha
podido encontrar ni el uno ni el otro. Entonces, ¿qué clase
de evidencia tenemos? No podemos encontrar ninguna
evidencia científica de que resucitó; seamos sinceros.
La ciencia solo puede demostrar algo de dos formas:
observándolo o reproduciéndolo en un laboratorio. Los
científicos no pueden hacer ninguna de estas cosas con la
resurrección. No estuvieron allí para observarla, y no pueden
repetirla en el laboratorio.
Entonces, ¿qué evidencia podemos producir? La respuesta
es clara: evidencia legal, o si no evidencia histórica,
cuando uno no ve ocurrir algo, como ocurre en cada caso
en un tribunal. Consideremos un caso de asesinato. Nadie
en el tribunal lo vio ocurrir. ¿Cómo saben que ocurrió?
Debe producirse evidencia legal. Dos clases de evidencia.
Una, la mejor, es el testimonio de testigos oculares. Si
eso no convence al jurado, entonces se produce evidencia
circunstancial, que los pueda convencer más allá de toda
duda razonable de que el asesinato ocurrió, y que tal persona
fue la asesina. Cada caso legal tiene que producir esa clase de
evidencia. Tratemos de imaginar una escena. Hay un enorme
peñasco en los acantilados blancos en el sur de Inglaterra,
llamado Beachy Head. Un día encuentran el cuerpo de una
mujer al pie de Beachy Head, y la pregunta es: ¿se cayó o fue
asesinada? El esposo es arrestado y juzgado por asesinarla. Si
hubiera testimonios de testigos presenciales, sería una buena
evidencia. Si un testigo dice: “Vi un hombre caminando con
su esposa a Beachy Head y vi que volvió solo”, sería una
evidencia bastante buena. Si alguien lo vio empujarla por el
peñasco, sería decisiva. El testimonio de testigos oculares es
buena evidencia, pero si nadie vio nada, se traerá evidencia
circunstancial. El hecho de que una semana antes había
sacado un enorme seguro para su esposa sería evidencia
circunstancial. El hecho de que los vecinos lo habían
visto con otra mujer frecuentemente cuando no estaba su
esposa, y que la llevaba a su casa, sería una buena evidencia
circunstancial. Y el descubrimiento de que había reservado
vuelos a las Indias Occidentales para él y otra persona
justo antes de que todo ocurriera desarrollaría evidencia
circunstancial adicional. Cada pedacito de evidencia podría
no probarlo de manera decisiva, pero lo que se denomina
evidencia acumulativa sería decisiva.
Tenemos las dos clases de evidencia a favor de la
resurrección de Jesús. Por un lado, tenemos el testimonio de
testigos oculares. Y cuando uno lee los testimonios de Mateo,
Marcos, Lucas y Juan, hay una característica llamativa: no
concuerdan. Hay pequeños detalles que no concuerdan, y
eso es precisamente lo que convence a los abogados de que
son todos testimonios de testigos oculares. Si todos contaran
exactamente la misma historia, podrían haberla “cocinado”,
y se puede ver que se han confabulado. Siempre hay ligeras
diferencias. Por ejemplo, si alguien es atropellado en la calle,
un testigo podrá decir que un perro cruzó la calle en frente de
un coche, y el coche hizo una maniobra para eludir al perro
y atropelló a la persona. Otro testigo podrá decir: “Vi eso,
pero había dos perros, no uno, y un perro estaba persiguiendo
al otro en frente del coche”. Hay una ligera discrepancia allí
que convence a la ley de que ambos están diciendo la verdad
de manera independiente.
Un Evangelio dice que había un ángel en la tumba, y otro
Evangelio dice que había dos. ¿Contradicción? No, un testigo
vio uno solo y el otro vio a los dos. Y son esas discrepancias
entre los testimonios de los testigos oculares que convencen a
un abogado de que están leyendo testimonios independientes.
Ellos —Mateo, Marcos, Lucas y Juan— no se han reunido
para decidir una historia. Si lo hubieran hecho, habrían
concordado perfectamente, y todos contarían la misma cosa.
Estoy intentando mostrarle que tenemos evidencia real.
Tenemos el testimonio de testigos presenciales. Vieron estas
cosas y las describieron, cada uno con sus propias palabras.
Los detalles difieren levemente, pero eso no demuestra que
están equivocados, sino más bien que están en lo correcto.
Es posible que haya habido hasta quinientos testigos
presenciales, y había algunos todavía en el tiempo de
Pablo, ya que no todos habían muerto. Quinientas personas
vieron la resurrección con sus propios ojos, y todos podrían
haber atestiguado en un tribunal. Pero aun cuando no
tuviésemos el testimonio de ningún testigo presencial, la
evidencia circunstancial sería abrumadora. El hecho de que
los discípulos, que estaban escondidos detrás de puertas
cerradas, salieron y acusaron públicamente a los asesinos
de Jesús. Esto significaba buscar la muerte para ellos
mismos, y me temo que fue el precio que pagaron. De los
doce apóstoles, once fueron muertos (Juan murió de viejo).
Ocurrió porque predicaban que Cristo había resucitado y,
por lo tanto, es el Rey, no solo de los judíos sino de todo el
mundo. Esto era traición en el imperio romano. Pararse y
decir que había otro rey era buscar la muerte en un imperio
gobernado por un emperador llamado César.
Esto es solo una pieza de evidencia circunstancial. Otra
es que los judíos que creyeron que Jesús había resucitado
cambiaron su día de culto, del sábado al domingo. Era algo
inaudito, que una religión cambiara su día de culto. Es como
si todos los musulmanes del mundo comenzaran a adorar
el miércoles; es impensable. Y aquí tenemos a judíos que
ahora adoraban el domingo, el primer día laborable de la
semana. Tenían que levantarse muy temprano para adorar,
y adorar muy tarde, porque era un día laborable. ¿Por qué
habrían de hacer este cambio, a menos que hubiera ocurrido
algo revolucionario? Podría seguir hablando sobre esto. La
evidencia de que vidas aún son cambiadas, hay personas
sanadas, hay personas malas convertidas en personas buenas
solo por creer que Jesús está vivo. Eso es evidencia. Y que
mil quinientos millones de personas lo creen. En sí mismo,
no lo prueba, pero es evidencia acumulativa que se va
agregando. Ahora tenemos tanto el testimonio de testigos
oculares como evidencia circunstancial de que Jesús resucitó.
Es por esto que hay una profesión en la que más personas
se han convertido en cristianos que en cualquier otra, y es
la profesión legal. ¿No es asombroso? Ellos entienden la
evidencia. Muchos importantes abogados de mi país se
han convertido en cristianos porque han considerado la
evidencia. Cuando uno lo hace, demuestra ser muy sólida.
Dos profesores de derecho de la Universidad de Oxford
eran escépticos acerca del cristianismo. Decidieron que
durante las vacaciones de verano cada uno estudiaría y
pondría por escrito lo que habían descubierto para demostrar
que Jesús estaba muerto. Cuando volvieron a encontrarse en
Oxford, durante el nuevo período lectivo en octubre, uno de
ellos dijo al otro: “Me da cierta vergüenza encontrarme con
usted”. El colega le preguntó por qué. Dijo: “He descubierto
que resucitó. La evidencia me ha convencido”. Y entonces
le contestó: “No sabe lo aliviado que estoy que haya dicho
eso, porque la evidencia me convenció a mí también”. Juntos
escribieron un libro muy conocido. Ésta es una declaración
del Presidente de la Corte de Inglaterra: “Ningún jurado
inteligente del mundo dejaría de dar un veredicto de que la
historia de la resurrección es verdadera”. ¡El Presidente de
la Corte de Inglaterra!
¿Por qué no se convence todo el mundo? Porque no
quieren considerar la evidencia. ¿Por qué no lo hacen?
Porque no quieren hacerlo. Si es cierto, su vida tiene que
cambiar. Si es cierto, entonces todo lo que dijo Jesús es
cierto, y eso significará un enorme cambio. El problema
es que las personas no quieren enfrentar la evidencia. No
quieren hacerlo. No quieren creer que Jesús resucitó. Si
tan solo entregaran sus mentes a la evidencia, tendrían que
hacerlo, así que la rehúyen.
Ahora bien, todo esto ha sido sobre los hechos. El
cristianismo está basado en hechos históricos, cosas que
sucedieron. Ni siquiera Dios mismo puede cambiar el pasado
una vez que ocurrió, y Dios no puede volver a poner a Jesús
en esa tumba. Ha salido. ¡Está vivo! Pero no está aquí, y ésta
es una de las dificultades que tenemos cuando testificamos.
La importancia de lo que ocurrió
Avancemos ahora más allá de los hechos. He tenido
entrenamiento científico además de teológico, así que
siempre me interesan los hechos. Quiero que mi fe esté
basada en la verdad, y no en mis sentimientos. Así que
paso a la importancia de la resurrección. ¿Qué significa?
¿Por qué ocurrió? Bueno, las dos cosas que significa con
certeza son las siguientes. Primero, autenticó a su persona.
Era quien decía ser. Había dicho que era divino de diez
formas diferentes durante su vida. No tenemos espacio en
esta reseña de la resurrección para ver todas esas formas.
Dijo que era Dios de diez formas diferentes, y hubo cuatro
intentos de matarlo por parte de los judíos, porque la ley
judía era muy clara: decir que uno era Dios era blasfemia,
y merecía la muerte.
Más de una vez, la gente amenazó de muerte a Jesús,
intentó matarlo, aun sus vecinos y amigos de Nazaret,
cuando empezaba a predicar. Una vez lo llevaron a una
pequeña colina afuera de Nazaret que todavía puede verse
ahí, e intentaron arrojarlo por ella. Un sermón e intentaron
matarlo, ¡todo un récord para un predicador! ¿Por qué lo
hicieron? Porque habían surgido habido falsos mesías en
el norte de Israel, en Galilea, que habían demostrado ser
falsos y habían sido ejecutados. Hubo un castigo terrible en
las aldeas de donde provenían. Los romanos eran capaces
de destruir toda una aldea si surgía un falso mesías en esa
aldea, para eliminar el problema de raíz. La gente de Nazaret,
cuando Jesús se levantó y dijo ser el Mesías, citando a Isaías,
y les dijo: “Hoy esta predicción se ha cumplido ante sus
propios ojos”, tuvieron pánico de que los romanos hicieran
desaparecer al pueblo. Por eso se deshicieron de él. Como
diría más tarde un hombre llamado Caifás: “Tenemos que
deshacernos de este hombre. Es mejor que muera este
hombre y no que perezca el pueblo”. Él también tenía miedo
de la fuerza ocupadora romana. Luego, un día, cuando estaba
enseñando, Jesús dijo que era amigo de Abraham. Por eso
digo que era loco, malo o Dios, porque Abraham había estado
muerto dos mil años. “No puede ser amigo de Abraham,
no tienes cincuenta años”, dijeron. Luego dijo: “Antes de
que Abraham fuese, ¡yo soy!”, y “yo soy” era el nombre de
Dios. ¡Una afirmación extraordinaria! Apenas lo dijo, los
judíos tomaron piedras —hay piedras por todos lados en
Tierra Santa— para apedrearlo. ¡Iban a matarlo a pedradas,
de manera espontánea, inmediatamente! Gracias a su
presencia majestuosa, en ambas ocasiones salió caminando
de entre ellos. Nadie lo tocó. Cuatro veces lo intentaron,
hasta que él decidió que “el tiempo ha llegado para que yo
muera”, y dijo: “Vamos a Jerusalén”. Y predijo su muerte
detalladamente. Jesús decidió cuándo morir, cómo morir y
dónde morir. Casi podríamos decir que fue un suicidio. Él
arregló su propia muerte.
Bien, ésa es la primera cosa que significa la resurrección.
Significa que él fue quien dijo ser. Todas esas diez diferentes
formas en que dijo que era un ser divino, que era el unigénito
Hijo de Dios, en una relación única que nadie ha tenido
jamás. Hasta llamó a Dios “Papá”. Usó la palabra judía
“Abba”, que es lo mismo que “Papito”, la palabra más íntima
que alguien podría usar para Dios. Ningún judío se atrevería
a usar una palabra así. Lo había insinuado, insinuado,
insinuado de todas esas formas hasta que, finalmente, Pedro
dijo: “Sé quién eres. Eres el Hijo de Dios”. Había rumores de
que era una reencarnación de grandes personas del pasado,
toda clase de rumores, pero fue Pedro quien lo dijo: “Tú eres
el Hijo de Dios, ¿no es cierto?”.
Luego metió la pata, porque Jesús dijo: “Ahora puedo
morir. Ahora puedo seguir adelante con lo que vine a hacer.
Vayamos a Jerusalén”. Y Pedro dijo: “No irás. No voy a dejar
que mueras. Eso está completamente mal”. Entonces Jesús
dijo: “Ve detrás de mí, Satanás. Lo que dijiste antes era de
mi Padre, pero lo que estás diciendo ahora es del diablo”.
De ahí fue directamente a Jerusalén, ¡a morir!
Esto me lleva a la segunda cosa importante de la
resurrección. No solo autenticó la persona de Jesús, sino
que verificó su obra. El hecho es que ciertamente murió, y
que había venido a morir a una edad temprana, y que vino
a morir la muerte más humillante y dolorosa que haya sido
ideada jamás para criminales. Acá lo tenemos, a los treinta
y tres años de edad, colgado de unos clavos a un bloque
de madera (completamente desnudo, sin ningún taparrabo
con el cual la reverencia cristiana siempre lo ha retratado),
completamente humillado y levantado para morir. Aquí tiene
otra pequeña sorpresa: Jesús no murió por la crucifixión. No
fue la cruz la que mató a Jesús, porque todos los registros nos
dicen que lo más rápido que puede matar a una persona una
cruz es dos días, y muchas veces duraban siete días, el tiempo
que la persona podía sobrevivir. Dos a siete días era lo que
tardaba una muerte normal en una cruz, y Jesús había muerto
en seis horas. Las pistas están en lo que dijo durante esas seis
horas. Durante las tres primeras horas estuvo preocupado por
otras personas. Se preocupó por los soldados que lo habían
puesto en ese lugar: “Padre, perdónalos porque no saben lo
que hacen”. Se preocupó por su propia madre, y dijo: “Juan,
¿quisieras cuidar a mi madre?”; supuestamente José había
muerto para entonces. Durante tres horas el sol brilló, y en
esas tres horas estuvo preocupado por otras personas. Pero
luego vinieron las terribles tres horas en la cruz de oscuridad
total. Hasta el sol se apagó. Así como una estrella había
señalado su nacimiento, el sol señaló su muerte, y se apagó
durante tres horas. En la oscuridad estuvo terriblemente
sediento, clamó por una bebida y luego le dieron, cruelmente,
vinagre, que simplemente lo hizo tener más sed. Fue durante
esas tres horas de oscuridad que gritó: “¡Mi Dios! ¡Mi Dios!
¿Por qué me has dejado?”. “Elí, Elí, ¿lama sabactani?”. Se
sintió completamente solo.
Ahora bien, ¿qué significan estas cosas? Significa que
Jesús estaba experimentando el infierno. El infierno es un
lugar muy oscuro, un lugar de mucha sed, un lugar donde
no está Dios. Estaba experimentando el infierno para que
usted nunca tenga que ir ahí. Ésa es la verdad. Pero, ¿por qué
Dios lo dejó morir? La respuesta es muy sencilla: fue por
eso que Dios lo había enviado aquí, para morir por nuestros
pecados, para experimentar el infierno en lugar de nosotros.
Para eso había venido. Para eso Dios lo había enviado, y por
eso Dios no lo salvó. Así que Jesús murió, y los discípulos
estaban destruidos. Su fe en Jesús estaba destruida. Él había
muerto y todo se había acabado. Habían dejado sus trabajos
para seguirlo. Puede imaginar sus sentimientos durante esos
tres días y tres noches: depresión total. Entonces se levantó
de los muertos. Eso les dijo que no solo era quien dijo ser,
sino que había hecho lo dijo que haría, y había satisfecho
la justicia de Dios.
Un Dios bueno no puede perdonar el pecado hasta que
haya sido pagado. Dios no puede perdonar algo hasta que
sea pagado, porque es un Dios de justicia, además de un
Dios de misericordia. Nunca tome a la ligera el perdón
de Dios, porque está escrito con la sangre de su Hijo, y la
resurrección demuestra que Dios aceptó su muerte en lugar
de la nuestra. Es lo que significa la sustitución en la cruz.
Así que, de pronto, los discípulos ven ahora que todo está
bien. Estaba bien que él muriera. Estaba bien que dijera que
era el único Hijo de Dios. Todo encajaba ahora, y fue eso lo
que hizo la diferencia para ellos. ¡Imagínese la revolución!
Les había llevado dos años y medio darse cuenta de que era
el Hijo de Dios, y ahora sabían que era el Hijo de Dios que
vino para morir por sus pecados. Tienen el evangelio ahora,
y fueron por todas partes predicándolo.
La esencia de la resurrección
Bueno, aún no he terminado. La próxima cosa que quiero
considerar es la esencia de la resurrección. ¿Qué quiero
decir? Me refiero a que, en el corazón mismo de lo que
ocurrió, fue un acto de creación del Creador. El Nuevo
Testamento no dice que Cristo resucitó, sino que fue
resucitado. Él no lo hizo. Lo hizo Dios. Fue Dios quien,
en la oscuridad de la tumba, le dio un cuerpo flamante,
así como, en la oscuridad del vientre de María, Dios había
creado el primer cuerpo para Jesús. Ahora, en la oscuridad,
Dios había creado un nuevo cuerpo para Jesús. Seguía siendo
como el viejo cuerpo a la vista, pero era excepcionalmente
distinto. Todavía tenía las marcas de los clavos, pero Dios
había actuado en poder creativo en esa tumba. O, dicho de
manera sencilla, ¡Dios había vuelta a trabajar! Dios trabajó
en la creación del mundo, luego se tomó un descanso, y
el descanso duró miles de años, durante los cuales nada
nuevo fue creado. La palabra “nuevo” casi no aparece en
el Antiguo Testamento, excepto por un texto que me viene
a la mente: “He aquí, no hay nada nuevo bajo el sol”. La
palabra “nuevo” vuelve a usarse en el Nuevo Testamento,
porque Dios había creado algo nuevo. Dios había vuelto a
trabajar, creando algo de la nada.
Permítame preguntarle algo, y me sorprenderé si alguna
vez se hizo esta pregunta. Cuando Jesús resucitó, la ropa
mortuoria quedó en la tumba. Así que, ¿de dónde piensa que
obtuvo su ropa de resurrección? Seguro que no apareció ante
María desnudo, y no había ninguna tienda cerca. Piénselo:
¿dónde consiguió su ropa? La respuesta es que fue el mismo
lugar de donde obtuvo su nuevo cuerpo. Dios la creó de
la nada. Usted será vestido por el cielo, pero no hace falta
empacar para ir ahí. Recibirá nueva ropa, creada por Dios.
Esto fue un acto de creación: la resurrección. Otras personas
habían sido traídas de la muerte en sus cuerpos viejos, solo
para volver a morir. Lázaro volvió a su cuerpo viejo para
volver a morir. También el hijo de la viuda de Naín. De
hecho, muchas personas fueron resucitadas en el Antiguo y
el Nuevo Testamento, pero ninguna obtuvo una vida nueva.
Volvieron a la vida. Fueron traídas de vuelta a una vida vieja,
y todas volvieron a morir finalmente. (Tal vez ésta es la razón
por la que se dice que Lázaro nunca volvió a sonreír, porque
tuvo que volver a esta vida luego de haber escapado de ella.)
Pero Jesús volvió con un nuevo cuerpo, un acto de
creación, un nuevo cuerpo que podía atravesar paredes y
puertas cerradas sin ninguna dificultad. Nunca lo había
hecho antes. Un nuevo cuerpo, una nueva creación. En
otras palabras, la primera parte de la vieja creación que Dios
hizo nueva fue el cuerpo de Jesús, y por eso es llamado el
primogénito de la creación. Él es el primero y hasta ahora
el único que obtuvo un nuevo cuerpo creado y que no ha
envejecido. Las iglesias en el año 2000 pusieron avisos
diciendo que era el cumpleaños 2000 de Jesús. No es así
en absoluto; él no ha envejecido para nada. Ha obtenido
un nuevo cuerpo que no envejece. Sigue teniendo treinta
y tres años de edad, en la flor de la vida, porque no fue un
cuerpo viejo, sino un cuerpo nuevo. Sí, tiene el aspecto que
permitió que fuera reconocido, pero fue un cuerpo nuevo, y
esto es muy importante para nosotros. Ocurrió el primer día
laborable de la semana para los judíos. Por eso adoramos el
domingo: Dios ha vuelto a trabajar.
La nueva creación ha comenzado, y nosotros somos
su nueva creación. “Si alguno está en Cristo, es una
nueva creación”, dice Pablo. Solo que ha habido una gran
diferencia, un gran cambio entre la primera y la nueva
creación. La primera creación comenzó con el cielo y la
tierra, y finalizó con los hombres y las mujeres. La nueva
creación está en el orden inverso. Dios está haciendo
hombres y mujeres nuevos primero, y luego hará un nuevo
cielo y una nueva tierra para que vivan en ellos. Así que ha
invertido el orden, y toda la Biblia le dice por qué: porque
quiere que usted forme parte de su nueva creación. Ésta es
una verdad asombrosa del Nuevo Testamento, que Dios
ha comenzado con las personas esta vez; comenzó con su
Hijo esta vez. Por lo tanto, la resurrección el primer día
laborable de la semana nos dice que Dios ha comenzado la
segunda semana de la creación, y estamos viviendo en ella
ahora mismo. Dios está haciendo nuevos hombres y mujeres
(mayormente los domingos, en realidad), y las personas
están siendo hechas nuevas a través de la aceptación del
evangelio. Ésta es la razón por la que adoramos el domingo.
Estamos diciendo que Dios ha vuelto a trabajar. No es un
día de reposo; de hecho, para la mayoría de los cristianos
el domingo está lejos de ser un día de reposo. Pero estamos
celebrando que el Creador ha vuelto a trabajar.
La consecuencia de la resurrección
Ahora consideraremos la consecuencia de la resurrección
para las personas, y luego para el mundo en el que vivimos.
La consecuencia para nosotros es que un día nosotros
también seremos resucitados. Dios no solo está salvando
nuestra alma, sino que él quiere salvar la totalidad: quiere
redimir nuestros cuerpos. Todo ser humano pasa por tres
fases de existencia y éstas tres se cumplirán para usted. La
primera fase es la vida aquí, en un cuerpo. Yo sigo estando
en la primera fase, pero ya con ochenta y pico de años no
sé cuánto más va a durar. Pero luego, al morir, pasaré a la
segunda fase, a una fase incorpórea, cuando seré un espíritu
sin cuerpo. Un espíritu plenamente consciente, capaz de
comunicarme, pero sin un cuerpo físico. En 2 Corintios 5
Pablo dice: “Estaré sin ropa; la tienda en la que he vivido
será desarmada. Seré un espíritu sin cuerpo. Por un lado, no
estoy esperando eso tanto, porque son nuestros cuerpos los
que nos permiten estar activos y hacer tantas cosas”. Luego
Pablo volvió a pensar y dijo: “No, es mejor estar con Cristo,
estar en casa con el Señor, aun sin un cuerpo”. He usado esto
frecuentemente para consolar a los moribundos. Perderemos
el cuerpo, pero no nos perderemos nosotros. Continuaremos.
Nuestro espíritu sobrevive la muerte. Dos minutos después
de morir, sabremos quiénes somos, dónde nos encontramos
y con quiénes estamos. Es muy importante esto: nadie pierde
la existencia al morir. La Biblia es muy clara al respecto.
Pero un día seremos resucitados y recibiremos un cuerpo
flamante, como el cuerpo glorioso de Jesús. A mi edad no
veo la hora de volver a tener treinta y tres años, sin volver
a envejecer. ¿No es apasionante? Tener un cuerpo como el
cuerpo glorioso de Jesús, ser joven y volver a estar en buen
estado. ¡Maravilloso! ¡Aleluya!
Le he dicho cuál será la consecuencia para mí. Casi no
se encuentra en el Antiguo Testamento, aunque en Daniel
dice que multitudes que duermen en el polvo de la tierra
despertarán, algunos para vida eterna, pero algunos para
vergüenza y desprecio eternos. Porque cuando obtengamos
nuestro cuerpo nuevo tendremos que vivir en alguna parte,
y hay dos lugares donde podemos vivir; ¡dos, no uno! Jesús
dijo: “No se asombren por esto. Vendrá el tiempo en que todos
los que estén en sus tumbas escucharán la voz del Hijo del
Hombre y saldrán. Los que han hecho lo bueno se levantarán
para vivir, y los que han hecho lo malo se levantarán para ser
condenados”. Todos resucitarán; las personas buenas y las
malas resucitarán. Ésta es la consecuencia de la resurrección
de Jesús. Pero no resucitarán para ir al mismo lugar. Pablo
dice, ante el gobernador Félix: “Tengo la misma esperanza
en Dios de que habrá una resurrección, tanto de los justos
como de los malos”. Hitler resucitará, y usted resucitará. Pero
para qué cosa resucite dependerá mucho de cómo ha vivido
su vida aquí. Ésa es una consecuencia de la resurrección de
Jesús para las personas. Pero no resucitaremos el mismo
día. De acuerdo con el Nuevo Testamento, habrá dos
resurrecciones: una, la primera, de los justos, de los que aman
a Jesús, y muchos años después, el resto de la raza humana
recibirá nuevos cuerpos y resucitará. Entremedio, Cristo
gobernará este mundo, y por eso resucitaremos primero con
él. “Dichosos los que”, dice la escritura, “tienen parte en la
primera resurrección”. Porque resucitaremos para ayudarlo
a gobernar el mundo. Él vuelve para ser el Rey de reyes y
Señor de señores, y necesitará personas que lo ayuden. Por
eso resucitará primero a los que sabe que lo ayudarán. Los
que lo ayudaron aquí resucitarán. Todos recibirán un cuerpo
nuevo, pero no al mismo tiempo y ciertamente no para el
mismo lugar. Porque la segunda resurrección de todos será
seguida inmediatamente por el Día del Juicio, en el que las
personas encontrarán la realidad del cielo y el infierno.
Decimos “cielo e infierno”, pero en realidad habrá un
nuevo cielo y una nueva tierra, más que un lugar llamado
cielo: un flamante planeta Tierra. Somos las únicas personas
del universo que sabemos esto. Nadie más sabe que habrá
otro planeta Tierra y otro espacio alrededor.
La experiencia de la resurrección
Miremos ahora la experiencia de la resurrección. Si me
pregunta cómo sé que Jesús está vivo, la respuesta es muy
sencilla. Estuve hablando con él esta mañana. Ésa es la
prueba última de la resurrección: cuando uno acepta que
Jesús está vivo, y que habla con él. Estaba predicando en
una iglesia en Inglaterra y había una mujer judía sentada en
la congregación. Era una mujer bonita y yo no sabía que era
judía. Se me acercó después y dijo: “Sr. Pawson, ¿está usted
diciendo que Jesús de Nazaret aún está vivo?”.
Le contesté: “Sí, vine aquí para decirle eso”.
Y entonces dijo: “Pero si está vivo, entonces tiene que
ser nuestro Mesías”. No dijo “de ustedes” sino “nuestro”.
Contesté: “Sí, es cierto”. Me preguntó cómo podría saber
que estaba vivo. La saqué de la iglesia y la llevé a una sala
en el fondo, la senté en una silla cómoda. Le dije que la
dejaría quince minutos, y quería que ella le hablara a Jesús,
le hablara en voz alta. Si Jesús estaba vivo, le contestaría.
La animé a que hablara acerca de ella, que le dijera lo que
pensaba de él, que le dijera lo que más quería de la vida,
que solo tuviera una charla con él. Me fui quince minutos, y
cuando volví me dijo: “¡Está vivo! ¡Está vivo!”. Y en unos
minutos ella me estaba enseñando la Biblia, y me decía:
“Esto es cierto, y esto es cierto”, y estaba citando la Biblia.
La conocía muy bien, solo el Antiguo Testamento, que está
lleno de cosas acerca de Jesús. Ella ahora vio que todo era
cierto. Yo aprendí de ella, en esos minutos que siguieron.
Solo había sido una cristiana dos o tres minutos, y me estaba
enseñando acerca de Jesús desde la Biblia. ¡Está vivo! Uno
empieza a hablar con él, a compartir con él, y encuentra que
él responde. No, uno no lo ve, aunque lo veremos cuando
vuelva. Pero uno le habla, y él le habla, y uno sabe en su
espíritu y el corazón que la resurrección es verdad.
Texto extraído del libro La resurrección: El corazón del cristianismo, de David Pawson, editado por Anchor Recordings.
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