Tengan sal en vosotros mismos, por Wim Malgo


"Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal. Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros" (Marcos 9:49-50). 

Estas palabras de Jesús, el Hijo de Dios, son - como veremos a continuación -de gran complejidad. La sal es una sustancia indispensable en la vida diaria. Ya el libro de Job habla de esto: "Se comerá lo desabrido sin sal?" (Job 6:6). Ciertamente, existen algunas personas que tienen que comer sin sal por causa de su salud, pero la comida sin sal es insípida. 

En el Antiguo Testamento la sal se encuadra en las cosas de Dios: lo sazonado con sal no se pierde ni se echa a perder. De esta manera, la sal sugiere la idea del poder conservador de la vida, duración y protección. Los bebés recién nacidos, por ejemplo, eran frotados con sal (Ez. 16:4). 

El profeta Eliseo sanó agua insalubre que aparentemente provocaba abortos, mediante la sal. De esto nos habla 2 Reyes 2:19-22:  Y los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en donde está colocada esta ciudad es bueno, como mi señor ve; mas las aguas son malas, y la tierra es estéril. Entonces él dijo: Traedme una vasija nueva, y poned en ella sal. Y se la trajeron. Y saliendo él a los manantiales de las aguas, echó dentro la sal, y dijo: Así ha dicho Jehová: Yo sané estas aguas, y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad.  Y fueron sanas las aguas hasta hoy, conforme a la palabra que habló Eliseo. Este milagro además constituye una señal profética que hace alusión a nuestro Señor Jesucristo, porque Eliseo dijo: "Traedme una vasija nueva..." Esto señala al hecho de hacerse hombre el Hijo de Dios sin pecado ("cuerpo tú me has preparado"). La orden del profeta sigue: "y poned en ella sal", y después el profeta tomó la vasija nueva llena de sal y la echó a las aguas contaminadas las cuales se sanaron. Todo esto consti- tuye otra vez una imagen de nuestro Señor Jesús, cuya persona fue derramada - por así decirlo - en nuestra perdición y corrupción, disolviéndose en ellos. Está escrito en 2 Corintios 5:21: "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él". 

En la cruz del Gólgota, Jesús se hundió en el pecado, siendo juzgado en tu lugar y el mío como nuestro propiciatorio derramando Su cara sangre, quitando de en medio así la corrupción del pecado. La sal, en el sentido bíblico-profético, es el sabor de la obediencia que no debe faltar nunca. Si el Señor Jesús hubiera sido una persona íntegra, santa y buena sin obedecer a Su Padre celestial, no hubiera logrado la salvación. Pero, gracias a Dios que está escrito acerca de El en Filipenses 2:8 "...se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz". 

El significado doble de la sal 


Por un lado, la sal es expresión de la maldición destructora y de la ira de Dios. Recordemos sólo las ciudades borradas de Sodoma y Gomorra, que están cubiertas por las aguas del Mar Muerto, muy saladas. Acerca de esta maldición habla, por ejemplo, el Salmo 107:33-34: "El convierte los ríos en desierto, y los manantiales de las aguas en sequedales; la tierra fructífera en estéril, por la maldad de los que la habitan". 

Pero por el otro lado, la sal, como ya dijimos, es una sustancia vital, un símbolo de la gracia salvadora y renovadora. Así vemos cada vez más claramente el significado doble de la sal reflejándose en el acontecimiento profético de 2 Reyes 2: Jesucristo, por llevar la ira de Dios y ser hecho maldición en nuestro lugar en la cruz del Gólgota, allanó el camino de la gracia. 

El Señor no sólo dice: "Tened sal en vosotros" (Marcos 9:50 b), o Pablo en Colosenses 4:6: "Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno", sino que Jesús aun dice a Sus discípulos: "Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres" (Mateo 5:13). 

La afirmación "Vosotros sois la sal de la tierra" con vistas a nuestra época, tiene sentido profético. Porque mientras la Iglesia de Jesucristo, la sal de la tierra, todavía está presente en este mundo, se frena todavía la corrupción y Dios retiene los juicios. El "hombre del pecado", el anticristo, aún no puede manifestarse (2 Tes. 2:7). 

Pero el Señor no dice esto y nada más sino sigue exhortando con gran seriedad: "pero si la sal se desvaneciere ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres". En mi vida he visto ejemplo estremecedores respecto a esto. Es así: el que se despide de la sal de una vida consagrada a Dios, del camino de la obediencia es cortado. En el mundo dicen el proverbio: Se corta la rama en que está sentado. 

Pasa lo mismo como con el pámpano en la vid. El Señor habla de esto en Su charla de despedida: "Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto" (Juan 15:1-2). Un pámpano sano en la vid es algo muy razonable, es de bendición. Lleva fruto, más fruto, mucho fruto. Pero si no permanece unido a la vid, tampoco puede llevar fruto y es quitado. En la vida espiritual pasa lo mismo, ya que el Señor Jesús dice en el versículo 6: El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden". Uno ya no puede aprovecharlos nada. En Ezequiel 15:2-4 se nos describe la absoluta carencia de utilidad del pámpano que no lleva fruto mediante las palabras siguientes: "Hijo de hombre, ¿qué es la madera de la vida más que cualquier otra madera? ¿Qué es el sarmiento entre los árboles del bosque? ¿Tomarán de ella madera para hacer alguna obra? ¿Tomarán de ella una estaca para colgar en ella alguna cosa? He aquí, es puesta en el fuego para ser consumida". 

Ya no aprovecha para nada 


Siendo creyentes, siempre somos testigos de Jesús, a favor de El o contra El. Por eso, querido lector creyente, debemos tomar muy en serio la palabra respecto a la sal. Volvamos otra vez a Mateo 5:13 y dejemos que nos hable este versículo: "Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres". Quedé muy pensativo al meditar esta verdad: si ya no tenemos el sabor de la obediencia para con la palabra de Dios, si, pues, esta sal espiritual se ha vuelto insípida en nosotros, ya no somos de provecho e impedimos la acción del Eterno. Y, de hecho, existían y siguen existiendo creyentes que son aislados de parte de Dios por haber perdido su salinidad espiritual son echados fuera de la casa. Esta es la suerte muy triste de quienes sí son salvos para la vida eterna pero perdidos para la causa de Dios. ¿Por qué? Porque estos creyentes, después de experimentar el renacimiento, no quisieron aceptar ayuda. Repito una vez más Ezequiel 16:4, un capítulo en que el Señor habla de la Jerusalén apóstata. 

Con vistas al renacimiento nos sirve de palabra profética: "Y en cuanto a tu nacimiento, el día que naciste no fue cortado tu ombligo, ni fuiste lavada con aguas para limpiarte, ni salada con sal, ni fuiste envuelta con fajas". Espero que entiendas esta imagen de "renacido pero sin sal". Es como con Lázaro, el cual fue llamado de dentro de la tumba por el Señor: estaba vivo pero todavía envuelto en sus lienzos. La gente alrededor de él primero tuvo que venir y librarlo de ellos. El Señor había hecho el gran milagro de llamarlo de vuelta a la vida, pero lo otro no lo hizo Jesús. No le quitó El mismo los lienzos a Lázaro, sino mandó a los que estaban cerca:"...Desatadle, y dejadle ir" (Juan 11:44). El Señor nunca hará en nuestro lugar lo que tenemos que hacer nosotros mismos: practicar la obediencia por la fe. 

Una pregunta intercalada: ¿Es posible que la sal pierda su sabor y se vuelva insípida? 

No, físicamente es algo imposible. La pregunta planteada por Jesús acerca de la sal sin salinidad es una cuestión enigmática con vistas a perder la pertenencia a Dios. Aquello que es imposible en la naturaleza el hombre lo hace posible: El puede perder el don de Jesús y la vocación (cfr. también I Co. 3:11-15) porque:
  • no quiere aceptar ayuda, 
  • porque tolera en sí el espíritu de la contradicción y la crítica, 
  • por caer víctima de la opinión equivo-cada de poder servir al Señor sin auténtica consagración de su carácter. 

Creyentes así aun traen sacrificio al Señor, pero olvidan lo que encontramos subrayado tan claramente en Levítico 2:13: "Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal". En otras palabras: No trates de llevar una vida de santificación sin el sabor de la obediencia. No prometas al Señor en himnos ni tampoco en oración que quieres seguirle (He decidido seguir a Cristo) sin quererlo hacerlo realmente. Siendo así, tratas de traer sacrificio de alimento al Señor, pero ¿dónde está la sal? ¿Dónde está la obediencia genuina? A quienes prometen algo_al Señor apenas de labios y no lo convierten en hechos, se dirigen las serias palalbras del Salmo 50:16-17: "¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes, y que tomar mi pacto en tu boca? Pues tú aborreces la corrección, y echas a tu espalda mis palabras". En otras palabras: ¿Por qué hablas tan piadosamente y para qué oras a Dios si no le .obedeces? Si las cosas andan así en tu vida, te encuentras en el estado extremadamente peligroso en que la sal en ti ha perdido su fuerza. 

¿Eso es todo? No, porque en 2 Crónicas 13:5 está escrito: "¿No sabéis vosotros que Jehová Dios de Israel dio el reino a David sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos, bajo pacto de sal?" Esto quiere decir, un pacto eterno, ya que la sal combate la corrupción mortífera. Siendo el sacrificio de alimentos un símbolo de la vida consagrada a Dios de Jesús, comprendemos por qué dice tan expresamente en Levítico 2:13: "Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal". Ya que, ¿cómo puede decir un hijo de Dios que vive en santidad y simultáneamente violar, por su comportamiento, el eterno pacto de sal que Dios ha concluido con él mediante la sangre de Jesucristo? Acerca de quienes lo hacen, Juan dice: "Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él" (I Juan 3:15). En otras palabras: mantener el odio, la impureza, la avaricia y otras cosas más destruye, o sea, rompe la alianza de sal eterna con el Señor. Por eso: 

¡Es urgentemente necesario renovar el pacto! 

 Si tú, querido lector, has violado este pacto concluido con tu Dios mediante Jesucristo en el Gólgota, te recuerdo lo que exclamó el joven rey Ezequías en presencia de todo el pueblo, de los sacerdotes y levitas. Lo leemos en 2 Crónicas 29:10: "Ahora, pues, yo he determinado hacer pacto con Jehová el Dios de Israel, para que aparte de nosotros el ardor de su ira". Quería decir con esto: Quiero renovar con el Señor el pacto que hemos violado. Hazlo tú también si sabes que has roto la alianza. Y ¡Ten sal en ti a partir de ahora! porque entonces estarás seguro contra la corrupción del pecado que te rodea y repelerás lo que te susurran los demonios. Estarás también protegido ante la gente que trata de contaminarte, funcionando como mediums de poderes ajenos y malignos. Lo que te he dicho, lo digo otra vez a todos mis lectores con las palabras de Jesús: "¡Tengan sal en ustedes!". Amén. 

Por Wim Maigo 

Fuente: Revista Llamada de Medianoche, junio 1986 

Sobre al autor: Wim Malgo, (1922-1992) fue el fundador y director de la Obra Misionera “Llamada de Medianoche” y “Noticias de Israel”. Recibió su educación en el Instituto Bíblico Beatenberg en Suiza. Por la gracia de Dios, Wim Malgo tenía una gran visión en relación con los temas escatológicos. Dr. Malgo fue el autor de más de 40 libros, y una autoridad en la profecía bíblica. Sin embargo, su singularidad era su vida de oración dedicada.
N. en Holanda. Durante años sirvió en la marina. Terminada la Segunda Guerra Mundial ingresó en la Escuela Bíblica de Beatenberg (Suiza). Tuvo por profesor al Dr. Saturnin Wasserzug, quien como judío creyente tenía un amor apasionado a su pueblo Israel. Terminados sus estudios el 15 de noviembre de 1948 inició su carrera como evangelista independiente. Así visitó Irlanda, Austria y Holanda, sin residencia fija. Establecido junto a su esposa en Steffisburg (Suiza), ayudaba a iglesias en giras de evangelización y especialmente en las carpas de Samuel Furrer. Años después fundó la Obra Misionera Llamada de Medianoche, destinada a predicar el Evangelio, la segunda venida de Cristo y la importancia de Israel en el plan de Dios, con emisiones diarias de programas radiales en Radio Monte Carlo, Radio Saarbrücken, Radio Tánger y Radio Luxemburgo, entre otros. Peter van Woerden colaboró en aquellos primeros años fundacionales. En 1960 viajó a Israel, acontecimiento que marcó su vida. Llegó a esta conclusión: “Muchos israelís sin Jesús ya están más allegados a Jesús que muchos cristianos de los gentiles con Jesús”. El 7 de mayor de 1961 tuvo lugar el envío de los primeros misioneros de la Obra Llamada de Medianoche a Latinoamérica, a Bolivia concretamente, que después se extendería a Brasil, Uruguay y Argentina y otros países. Representa una visión extremada del papel del Israel moderno en el plan de Dios, y como otros autores y sociedades del mismo estilo, no recomiendan la evangelización a los judíos en Palestina, basados en que su regreso a la tierra prometida representa un cumplimiento de la profecía y una inclusión automática en el designio divino.



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